24.5.10

Cine y Arte,
por Walther Ruttmann


Palabra de honor, señores, ¡esto no puede seguir así! No soy uno de aquellos que están resentidos con el cine por el hecho de que seduce a aficionados al teatro y a menores, al contrario, estoy enamorado de la musa centelleante y comparto la suerte de muchos enamorados; la amo, no tal como es, sino como quisiera que fuera. Creo en el arte, en el cine, pero considero que hasta este momento no se ha creado una obra de arte cinematográfica.

No es posible curar a un enfermo aplicándole rubor en las mejillas; y no es posible convertir el cine en obra de arte, intensificando y elevando su calidad. Reúnan los mejores mimos del mundo, háganlos actuar en un paisaje paradisíaco, decoren los programas de los dramas cinematográficos con los nombres de los poetas más laureados, nunca lograrán hacer arte de esta manera. Una obra de arte sólo puede surgir cuando nace de las posibilidades y demandas de su material.

Esto no es nada nuevo, pero ¿quién ha sacado la consecuencia correspondiente para el arte cinematográfico? Se ha buscado la justificación artística del cine haciendo referencia a la pantomima, y este es un grave error, porque la reproducción de una obra de arte no es por ello un arte en sí.

Si se realiza una toma cinematográfica de la obra de un Bassermann, de su arte escénico, se estarían comparando un original y una reproducción.

No se ha logrado ir más allá de la reproducción; algunas características externas del cine han servido, cuando mucho, para tratar de lograr una creación independiente.

Así, por ejemplo, se buscó lo grotesco, ya que lo grotesco sólo se puede representar en el cine, no en el teatro (El estudiante de Praga). Sin embargo, se pasó por alto que con ello se estaba aprovechando únicamente una posibilidad secundaria del carácter del material, conservando, por lo demás, un carácter literario; ¡pero la literatura no tiene nada que ver con el cine!



El significado de cualquier espectáculo cinematográfico nos es transmitido a través de la vista y por tanto sólo puede convertirse en vivencia artística si se concibe de manera óptica, pero el arte del poeta no se basa en vivencias visuales y sus figuras no apelan a nuestra vista, de modo que su obra carece de los requisitos más elementales para el cine. Esta carencia constituye la causa principal de la desilusión dolorosa ocasionada por cada película de autor que vemos. Se ha llegado a un callejón sin salida y, en busca del arte, se disfraza y engalana al cine de manera artística, en lugar de crear algo propio partiendo de su esencia. El hecho de que hasta ahora no se haya logrado nada se debe a que no se ha comprendido su verdadera esencia.

La cinematografía forma parte de las artes plásticas, y sus leyes se aproximan sobre todo a las de la pintura y la danza, siendo sus medios de expresión formas, superficies, luz y sombra con todas sus connotaciones anímicas, pero sobre todo el movimiento de estos fenómenos ópticos, la evolución temporal de una forma a partir de otra. Es un arte plástico con la característica novedosa de que la raíz de lo artístico no debe buscarse en un resultado concluyente, sino en el devenir temporal de una revelación a partir de otra.

Por tanto, la tarea principal del cineasta consiste en lograr la composición integral óptica de la obra, que a su vez plantea requisitos formales determinados para el tratamiento de los diferentes elementos.

Debe considerarse esencial para el valor estético prácticamente todo aquello que hasta ahora se había descuidado por secundario, por ejemplo: el transmitir conscientemente una expresión determinada a través de la sucesión de secuencias oscuras y claras; el crescendo de una acción a través de la aceleración paulatina del ritmo de las secuencias; de una progresiva reducción, prolongación, un oscurecimiento o una aclaración de estas partes; de la intempestiva introducción de un proceso de carácter óptico totalmente diferente; a través de la evolución de un movimiento agitado, salvaje, a partir de una masa en reposo; a través de la unidad gráfica del hombre y las formas naturales que lo rodean… y a través de miles de otras posibilidades relacionadas con la alternación de claro y oscuro, de reposo y movimiento. Las posibilidades ópticas no son sólo elementos decorativos o de ornato en el arte cinematográfico. Así como en la pintura, en la que el contenido artístico es idéntico con el formal –de modo que los verdaderos portadores del contenido espiritual se encuentran en la energía de los colores, las superficies, los sentidos del movimiento, etc. y sólo de manera subordinada en lo objetivo–, la esencia de lo artístico en una obra cinematográfica sólo puede radicar en las peculiaridades del cine antes expuestas. Surgen nuevas necesidades.

El cineasta debe ser su propio director, porque su labor concluye hasta haber instrumentado él mismo la obra. Debe disponer de actores capaces de adaptarse totalmente a sus ideas artísticas. El cineasta debe poder trabajar con ellos como con pincel y pintura, porque él es un artista plástico; el cine, arte plástico.

Si se continúa como hasta ahora se logrará cuando mucho un buen embutido: un pedazo de tripa, relleno de delicias culinarias, pero nada orgánico.



Nota: El presente texto se encontró como anexo de una carta no fechada que Ruttmann envió a una amiga en 1917. Debe haberse escrito antes de esa fecha, pero después de 1913, porque hace referencia a películas de ese año. Es el documento más antiguo que se conoce hasta ahora respecto al interés de Ruttmann por el cine, uno de esos textos que, según señalan Sheugl-Shmidt en su enciclopedia, fueron escritos antes de la Primera Guerra Mundial y rechazados por todos los periódicos (p.798). Representaban una declaración de intención y un asombroso resumen de lo que perseguían los vanguardistas abstractos. Walter Schobert.

Texto incluído en El cine alemán de vanguardia de los años veinte, publicado por el Goethe-Institut, Munich, 1989.


[En las imágenes, Berlín, sinfonía de una ciudad, de Walther Ruttmann.]